miércoles, 30 de septiembre de 2009

Septiembre dificultoso

Días ajetreados. Todo tiende a romperse y a presentar dificultades para recomponerse. En septiembre se han roto el video, el coche, el módem, el marco de plata que le compramos a mi hermano por el nacimiento de su hijo y unas cuantas cosas más, además de problemas en el ordenador del médico induciendo a errores en la medicación de mamá, errores que me está costando dios y ayuda resolver.
He dejado a medio "Disgrace", de Coetzee, porque tras unas primeras páginas deslumbrantes el relato pierde peso poco a poco y a mitad de la novela el lenguaje me parece más plano que una moneda de poco valor. Lo mismo me pasó hace años con otra Premio Nóbel sudafricana: Nadine Gordimer. Abordan cuestiones sociales, pero dejan quizás que la denuncia social tome el mando del relato y con ello se enturbia su prosa y el relato mismo.
Lo intento con Mishima, del que no he leído nunca nada. Empiezo "Nieve de Primavera" pero tengo dificultades con la traducción; no entiendo frases enigmáticas que me parecen además incompletas. Eso no detiene la lectura, pero la entorpece. Tomo "La Máscara", su primer libro. Pero aquí es el propio Mishima el que me lleva a terrenos que no me interesan y que tampoco consigue él que me interesen.
Empiezo "Sense and Sensibility", de Jane Austen. De nuevo, un primer capítulo magistral, impecable. En el segundo pierde un poco de altura, pero promete.
Todo parece corresponderse con este mes de septiembre incómodo que hoy termina y en el que todo se rompe y se queda así, incompleto.

martes, 22 de septiembre de 2009

Un símil

Justo antes del verano escribí el borrador de un artículo sobre el concepto de modelo en la planificación de ciudades, artículo que dejé pendiente de revisar porque no llegaba a aportar nada claro. Por un lado, el "modelo" como "prototipo" tan querido por los arquitectos - señalaba en aquel texto - plantea serias deficiencias en algo que, como la ciudad moderna, muta constantemente y se rebela contra cualquier corsé. Por otro, el "modelo matemático", es decir, la fórmula matriz generadora de resultados diversos según el valor de las variables que contiene, si bien me parecía más adecuado a la hora de describir la dinámica de la ciudad actual, me parecía excesivamente abstracto como para poderlo aplicar satisfactoriamente a una realidad tan cercana a nosotros como es la ordenación urbana.
En el ajedrez, sin embargo, he encontrado recientemente un símil intermedio que mantiene un interesante equilibrio entre la formulación abstracta y la plasmación concreta de lo que podría ser un modelo urbano.
Toda partida de ajedrez queda marcada por las dos primeras jugadas. Esas dos jugadas (dos movimientos de las blancas y dos de las negras) dan un carácter a la partida, carácter que, a su vez, depende de la intención inicial de los jugadores (o mejor, del "juego" inicial entre las voluntades de los dos jugadores). Con las dos primeras jugadas, por tanto, los jugadores definen el resto de la partida, aunque los detalles de ésta no quedan prefigurados y sólo se pueden establecer jugando hasta el final. Esas dos primeras jugadas dan lugar a más de treinta "modelos" de partidas: el primer movimiento de cada jugador anuncia si la partida va a ser un enfrentamiento abierto y ágil, con frecuentes ataques y amenazas, o una estudiada y progresiva conquista del espacio, o un juego alternativo de cesiones y presiones, o...; en el segundo movimiento se decide qué puntos o zonas del tablero van a convertirse en los polos a través de los cuales se va a canalizar la energía de la partida.
Es admirable la capacidad de análisis de los ajedrecistas que, a lo largo de décadas, incluso siglos de juego reflexivo, han sabido extraer de ese continuo que es la partida una "forma" que sigue tres fases (apertura, medio juego y final), y dentro de cada fase distinguir los movimientos que imprimen un mismo carácter a las partidas en que esos movimientos se dan en el momento adecuado -y que se pueden, por tanto, tipificar y ser objeto de estudio, es decir, susceptibles en cierto modo de "planificarse" antes incluso de iniciar la partida, pero también durante la misma- de aquellos otros que perfilan y dibujan cada partida concreta y le dan su peculiar brillo en función, no tanto del bagaje teórico del ajedrecista y de su capacidad de planificación (de su estrategia), como de su estado de ánimo, de su estado mental en el momento de la partida, así como de su peculiar "sentido" o estilo a la hora de elegir un movimiento entre varios de los posibles en cada momento de la partida.
Del mismo modo pienso que debía ser posible analizar la dinámica de las ciudades y establecer un número limitado de factores que prefiguran la evolución de la ciudad sin establecer su forma definitiva de antemano. Estos factores deben de ser perfectamente identificables en el espacio, como piezas dispuestas de un determinado modo en el tablero que es el territorio que "soporta" a la ciudad.
El modelo no será entonces otra cosa que esa peculiar disposición de las "piezas iniciales"; disposición que marca el desarrollo de la ciudad, es decir, el "juego" futuro del resto de las piezas que dibujan la partida que es la vida urbana, sin limitarlo.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Ninfas

Esta mañana, de nuevo a Riópar. En La Casa de la Noguera, mirando al valle, comprendo la concepción que el Dao De Qing tiene del Dao como "el espíritu del valle". Había entre las sinuosas tierras de labor, con sus pequeños "objetos" (unos discos colgados para ahuyentar los pájaros, unas cañas dispuestas verticalmente, el camino que baja,...), sus brillos, sus imperceptibles movimientos, su sutil humedad, un espíritu que también me ha hecho recordar a los dioses y diosas de los lugares en la mitología griega, que no eran otra cosa sino ese mismo espíritu, ese Dao, expresado de otro modo. Un cristianismo mal entendido nos ha arrebatado todo eso y, al fijarse sólo en nuestra (pobre) vida interior, en nuestro (pobre) bienestar interior, nos ha convertido en profanadores de lugares. La manera que tenemos de ocupar el territorio con nuestras construcciones es uno de los síntomas más claros de ello. ¡Ya no hay ninfas que respetar! ¡podemos construir nuestros propios sueños en cualquier sitio!

domingo, 20 de septiembre de 2009

Empezando el otoño

Después de ocho años volvemos a la dieta del melón. La hicimos por primera vez los meses anteriores a nuestra boda: el domingo sólo melón. Una limpieza del cuerpo que elimina peso. Uno no deja de eliminar líquidos a lo largo del día y de la noche. Unos años después volvimos a intentarlo, pero ni produjo los mismos efectos ni perseveramos en ella. Ahora debo de tener más sobrepeso y por eso vuelvo a eliminar líquidos rápidamente. De hecho, pese a hacer más ejercicio que hace ocho años, desde hace algún tiempo no hago más que ganar peso poco a poco. Esta vez, como novedad, introduzco de bebida junto al agua el té rojo, y a medio día tomamos unas lonchas de jamón con el melón.
Esta semana pasada también he hecho un ajuste en mis costumbres y he empezado a salir a correr por la mañana antes de ir al trabajo. La ciudad está más fresca y más vacía y el cuerpo, en contra de lo que me esperaba, responde bien. Para no tener que estropear con prisas después lo ganado en bienestar y energía, he previsto los miércoles entrar en el trabajo algo más tarde. Así podré resolver también sin agobios antes de empezar a trabajar cualquier problema que haya surgido con mamá.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Alicante

Ayer, viaje a Alicante para la revisión de la vista de Isa. Pisamos el umbral a la hora en punto, las diez de la mañana. De hecho, Alicante es un paseo y siempre me extraña que no vayamos más.
Calculo que la clínica está justo al margen de la antigua carretera que nos llevaba a Benidorm, hoy convertida en congestionada avenida de la periferia norte de la ciudad. Tengo que pensar para confirmarlo, porque todo está irreconocible.
Mientras esperamos en la consulta empiezo mi estudio de las aperturas en ajedrez, la defensa francesa, en concreto. Al poco, veo que Isa está un poco nerviosa, de modo que bajo al bar, tomo un café y robo la página de pasatiempos del periódico local. El crucigrama, que hacemos juntos, resulta ser de los antiguos: definiciones de diccionario y no adivinanzas o dichos o nombres de actores, juegos de palabras y demás, tan abundantes en los crucigramas modernos. Lo hacemos entero con sólo un par de dudas; y hecho de menos mi diccionario de bolsillo.
Comemos en el centro. Desde la clínica hasta allí vamos por la vía que sigue el borde del mar, atrevidamente arañada en la pendiente rocosa. Imágenes de otro tiempo. El mar, tan puro como siempre, hoy de un azul suavemente apagado, como una caricia tímida. Y al entrar en la ciudad las sombrillas parpadean a la velocidad del coche entre las hojas de palma del bulevar. Respiro el aire como si fuera un niño pequeño.

martes, 15 de septiembre de 2009

Turbión y café

A la hora del café me saluda un antiguo amigo de la época en que dirigí la escuela taller de Alcaraz. Él era el administrador. Por aquella época se retrasaban los sueldos del personal y decidí hacer unas gestiones con el director del organismo público que tenía que hacer los pagos, el cual a su vez llamó al funcionario de turno y le pidió explicaciones delante de mí. Cuando, todo ufano de mi buen hacer, de vuelta al pueblo se lo conté a mi administrador, éste se echó las manos a la cabeza y empezó a gesticular por aquellos vericuetos y callejuelas musulmanas: "¡cómo me haces eso! ¡me has estropeado todas las gestiones! no entiendes nada, ¡ahora el funcionario estará cabreado!". Y, en efecto, yo no entendía nada de nada. Quizás por eso dejé el puesto al poco tiempo. Pero a ambos nos quedó un buen recuerdo.
La mesa de la terraza en que le invito a sentarse está llena de agua de un turbión de finales de verano que acaba de visitarnos. El ambiente está fresco y el cielo cubierto. Ha engordado y se le han acentuado los rasgos campesinos - un cutis áspero y bien rosado incluido. Se nota que el ejercicio de la abogacía no sólo le ocupa en la ciudad y que seguimos coincidiendo en nuestro amor a la tierra, aunque yo desde una larga tradición en la que el terrateniente y el pequeño burgués se mezclan para dar un cutis distinto, aunque de similar color.
De hecho, su historia ha recorrido un camino inverso que se nota en su barriga y que quizás esté en el origen de nuestra amistad. Nuestra conversación pronto discurre sobre el mal futuro de las profesiones liberales en una sociedad que no las valora. Pero, como el turbión que nos precedió en la mesa, pronto tenemos que despedirnos; lo que hacemos calurosamente. Me he pasado ocho minutos del horario draconiano que la crisis ha impuesto a los funcionarios - al menos, me consuelo, que nadie nos envidie.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Retórica






Esta mañana en Riópar, recorriendo pedanías y aldeas, fotografiando casi todo.
Un ejemplo de crecimiento espontáneo y disperso por el paisaje rural.
La dehesa (no el asentamiento de ese nombre, sino la dehesa de Riópar) conserva todavía su belleza, pero, aquí y allá, tan pronto caseríos medio abandonados que podrían haberse regenerado con nuevos servicios y nuevas edificaciones, como edificaciones nuevas dispersas que se podían haber agrupado en algún tipo de simbiosis urbana.
Nada de eso es posible. Por doquier impera el deseo individual sin un interés común que le de sentido, sin una política común que apunte hacia un fin creativo. Y como cuando la política no quiere conocer razones no hay razón que la encamine, de regreso a Albacete saco de mi biblioteca un manual de retórica - la persuasión al poder.
...

domingo, 13 de septiembre de 2009

Una lección

Hoy he jugado tres partidas rápidas de ajedrez en un foro de internet. La primera la he perdido por tiempo. La segunda la he tenido que abandonar tras cometer un grave error con la dama. La tercera la he ganado por mate con dos torres tras perder dos piezas menores en diversos descuidos. Intuición, intuición y valor. No vale pensar mucho ni preocuparse demasiado por los errores y las pérdidas. Confianza, cautela y ataque. Nada más.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Aromas de finales del verano

Creo que la bondad es el valor más alto que puede ofrecer cualquier ser humano al mundo en cualquiera de sus actos. También creo que es la herencia más valiosa que puede dejar cuando lo abandone. Una herencia que, probablemente, no sea sólo memoria. Pues aunque nadie puede demostrarlo, tampoco nadie puede negar que los que se han ido no dejen en nuestro mundo una presencia, un influjo, una esencia de lo que ha sido su voluntad - al modo de las flores, que al marchitarse dejan su aroma, su esencia, su perfume en el aire que respiramos.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Una afición recuperada

Apenas he dormido tres horas y en el despacho mi jefe tiene ganas de charlar y comentar asuntos. Yo sólo quiero que esté todo en silencio.
Estos días de fiesta he retomado el ajedrez. Otro tímido intento. Aprendí a jugar con once años y en el Benidorm de principios de los setenta me hice notar jugando con todos los vecinos sin importar su edad. Pero a los catorce lo dejé decidido a no volver a jugar jamás, porque me obsesionaba. Pasaron veinte años antes de volver a jugar una sola partida. Las que he jugado después, la mayoría intrascendentes, se podrían contar con los dedos de la mano.
Lo importante del ajedrez es comprender las posiciones y yo entonces no entendía nada. Confiaba el éxito a un cálculo frío de todas (?) las combinaciones posibles, buscando la mejor. Fracaso seguro, como en la vida. La consecuencia, que se confunde en estos casos con la causa: miedo detrás de cada movimiento.
No toda la culpa, sin embargo, era mía. Por aquel entonces la literatura de ajedrez se centraba en las estratagemas, las jugadas "mágicas", el balance de fuerzas materiales, el dominio matemático de los finales y de las aperturas. Nada de percepción de la estructura de una posición, del poder de un simple peón bien colocado, nada sobre la importancia de la economía de tiempo, casi nada sobre el control del espacio ni de la relación dinámica entre las distintas piezas a lo largo de la partida, del placer de verlas trabajar conjuntamente hasta cuando están quietas. Las piezas eran simples elementos con unas reglas de movimiento internas, "individuales", que perseguían su propia brillantez independientemente de un conjunto que se limitaba a estar presente hasta que alguien superior (el jugador) emitiera una orden. Todo un reflejo de la educación un tanto "victoriana" que recibí...
Cada vez que retomo el juego detecto el riesgo a caer en esa visión "cerebral" e individualista del problema. Y busco mi propia reeducación: visión de conjunto, intuición de los detalles significativos, belleza del movimiento más tenue. Y superación de ese miedo a perder que está detrás de todo intento de cálculo exhaustivo y que lleva indefectiblemente... a perder.

martes, 8 de septiembre de 2009

Miedo

Varios días ya con sensación de miedo en la boca del estómago. La misma que de pequeño me embargaba cuando tenía que tirarme al agua. Con el tiempo aprendí a nadar y a confiar en ciertas distancias y profundidades más allá de las cuales el miedo vuelve a aparecer.
¿Hay miedos congénitos? A esa pregunta no responde A. Marina en su catálogo de miedos que intenté leer hace un par de años, atraido por el título, pero que tuve que dejar a medio por encontrarlo falto de "alma" (unas primeras páginas inspiradas y después una mezcla de miedos diseccionada sin rumbo - miedos sociales mezclados con miedos personales, el terrorismo,... Al menos esa fue mi percepción relatada desde este momento).
Sí, debe haber miedos congénitos que a modo de parásitos se instalan en nuestro cuerpo en algún momento oscuro de nuestra vida. Normalmente dormidos, despiertan activados por acontecimientos insignificantes que, sin embargo, sintonizan con ellos.
Siempre he luchado con ellos. Nunca resultan aniquilados definitivamente. Casi medio siglo de convivencia en las más diversas circunstancias. Algo así quizás sea lo que te mantiene siempre joven (ironía).

jueves, 3 de septiembre de 2009

Un día cualquiera

Duermo en casa de mamá. Demasiada gente en su casa para dejarla sola: Dora de baja por la operación del lunes y una tía suya que viene desde el pueblo para cuidarla. Cuidar a quien se ocupa de cuidar a mamá. No estoy tranquilo hasta que decido irme a dormir allí.
Nadie se mueve en toda la noche. Desayuno. Salgo a comprarles el períodico y me llevo por cinco euros el primer tomo de la edición abreviada del María Moliner, que me llevo para mi despacho. Todo está en orden.
De camino al trabajo percibo una caricia que no se siente en barrios nuevos como el mío. Brisa fresca y sol suave a estas horas de la mañana anuncian el otoño. Al volver la esquina para dirigirme al parque las rayas blancas del paso de cebra destellan recién pintadas. Parece que estreno la ciudad.
A la hora del café nos visita Luis, mi jefe de mi época en el Ayuntamiento. En la cafetería, contándonos el verano, iniciamos una animada conversación sobre el papel que desempeñan los nombres en los viajes. Yo mantengo, evocando a Proust en la segunda parte de "Por el camino de Swan", que es en los nombres donde se condensa la experiencia (real o imaginada) que tenemos de los lugares. Pero la conversación se ve interrumpida por una chica de nuestra edad, hija de una familia cercana a la mía, que se planta delante de nosotros, nos mira fíjamente y en una actitud un tanto extraña expresa la emoción que la embarga al encontrarme. Desorientado, intento ser amable y le correspondo. No se despide, no se sienta. Los presento. Calla, pero sigue sin despedirse y acaba tomándose una cerveza con nosotros. "Siento haber interrumpido algo importante", repite una y otra vez. Su vaso permanece intacto hasta que al final, con una mezcla de cariño, pena y alivio, tengo que dejarla para volver al trabajo.
La tarde la dedico a pequeñas tareas pendientes. Medito, retomo el yoga que interrumpí con el viaje del verano. Ceno con Isa. Vuelvo a casa de mamá.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Propósito

Empiezo el mes con el propósito de llevar un pequeño diario en este blog, propósito que no sé si dará fruto pero que intentaré desde hoy llevar a la práctica.
No disfruto últimamente de una mente muy clara. Se nota en las entradas del blog. Pero lo noto especialmente en el final del verano. Por eso ayer me tomé la tarde libre y me perdí con el coche por la ciudad. La excusa: probar al aire libre un transistor de onda corta que hace tiempo tenía interés en comprar, idea que el reciente viaje a Inglaterra ha vuelto a reavivar. También, pasar a ver si localizo el bancal de Angel en la carretera de Jaén.
Conducir aclara la mente, incluso entre el accidentado tráfico de la ciudad. De viaje, el pensamiento se amplía con el paisaje que se recorre. Por la ciudad, tener al cuerpo y la mente ocupados accionando palancas deja libre al espíritu - el vehículo se transforma en el espacio expandido de un cuerpo que hace frente durante el día a demasiadas presiones sutiles, parapeto y claustro a la vez. Las ventanas del coche son mis ojos multiplicados, ampliados y uno se convierte en director de una película sin argumento que se proyecta en ellos. El día se convierte en sala de cine y yo soy el único espectador; la ciudad es la película que echan esta tarde.