martes, 23 de septiembre de 2008

Nacionalismos

En cierta ocasión escuché a un amigo defender la idea de que todos los nacionalismos son de derechas, porque la izquierda nunca mira lo que separa a las personas sino lo que las hace iguales.
No pude menos que protestar.
Yo creo que si hay alguna característica que distingue a derechas de izquierdas es su relación con el tiempo, antes que con el espacio o el territorio: mientras la derecha política suele tener problemas con el futuro (con el progreso), la izquierda suele tenerlos con el pasado (con la historia). A la derecha le gustaría que el pasado se prolongara eternamente; a la izquierda, que la historia se borrara de una vez por todas. Pero como ninguno de los dos puede negar la existencia del tiempo con el que tiene problemas, cada uno desarrolla una actitud diferente hacia el mismo: cuando se ve obligada a hablar del futuro, la derecha lo hace acusando de aventurero al que se interna en él y buscando una posición segura desde la que afrontarlo sin permitir muchos cambios; por su parte, cuando la izquierda mira al pasado lo hace buscando las ofensas y descalabros que tan mala mujer les ha infringido y así justificar un futuro libre de ella, como si fuera posible una vida que no vaya acompañada de algún rastro de amargura, injusticia e ilusiones perdidas.
De modo lo que creo yo es que hay un nacionalismo de derechas y un nacionalismo de izquierdas. El nacionalismo de derechas surge allí donde la historia o algún aspecto de la misma tiene una impronta tal que el político puede utilizarla para negar el progreso. La misma historia, por otro lado, suele esconder alguna frustración que el político de izquierdas esgrime para ajustar sus cuentas con un pasado que se va formando a sus espaldas conforme camina y que no sólo no puede negar, sino que rara vez coincidirá con lo que según su visión de la vida tendría que haber sido.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Psicología de los Estados

En pleno siglo XXI tenemos demasiadas servidumbres de la Edad Media. El tamaño de nuestros países e incluso de nuestros municipios, su número, las distintas lenguas que hablamos, los distintos regímenes políticos (reinos, repúblicas, monarquías parlamentarias)...; todo esto son herencias de la Edad Media que hacen difícil el trabajo en común en un mundo nuevo. Nos vanagloriamos de nuestro pasado frente a países modernos como Estados Unidos o Canadá. Pero olvidamos que su modernidad consiste precisamente en haber podido elegir su forma de ser sin el peso excesivo que el pasado tiene en nosotros, han podido simplificar sus diferencias. Sería interesante inventar una psicología de los Estados que aplicara a ellos las modernas investigaciones sobre el papel paralizador que en las personas tiene un pasado vivido con demasiada "intensidad".

jueves, 11 de septiembre de 2008

"Deuchos"

El mal conocimiento o, quizás mejor, las distintas percepciones que se tienen de Alemania se revelan en el nombre que se le da a este país en distintos idiomas. Los españoles hemos tomado el nombre del pueblo bárbaro de los "alamanes", igual que los franceses. Los ingleses lo llaman Germania (germany), nombre que deriva de otro pueblo prerromano: los germanos. Pero los alemanes no se llaman a sí mismos ni alamanes, ni germanos, ni suavos, ni bávaros... sino "Deutsche", es decir - castellanizando esta palabra - "deuchos". Y "deuchos" no deriva de ninguna raza ni de ningún pueblo concreto, sino del idioma que hablaban todos aquellos que decidieron gobernarse a sí mismos de determinada manera.

martes, 9 de septiembre de 2008

Espíritu alemán


Plantación de viñas a las afueras de Stuttgart
Viendo estas perfectas hiladas "peinando" las colinas suabas, uno entiende que en alemán se utilice la misma palabra para "cultivar" y para "construir" (bauen). No es extraño. La técnica constructiva de los egipcios también surgió del trazado de las lindes de sus campos, la nivelación de los terrenos, etc.

Hohenlohe

Lo llaman la Toscana alemana, lo que se entendería mejor si quitáramos los abetos de la foto e hiciéramos que salga el sol. Por extraño que parezca, eso es posible. Entonces, empiezan a aparecer palacios y pueblos medievales y uno se encuentra recorriendo una Italia especialmente verde