jueves, 13 de diciembre de 2012
Cambiar de idioma
A veces, cambiar de idioma es una manera de escapar de la realidad, especialmente cuando ésta nos oprime. Escapar lucidamente, porque no se trata de imaginar una realidad distinta, sino simplemente de cambiar el registro sonoro, la estructura de la herramienta con la que la interpretamos, con la que la "montamos". Esto y no otra cosa es el lenguaje, al fin y al cabo: una especie de mecano montado con significados.
miércoles, 28 de noviembre de 2012
Injusticia invisible
Quizás la soledad más grande es la que sentimos cuando al sufrir una injusticia no encontramos a nadie que corrobore nuestra indignación - ¿Qué hay más doloroso que una injusticia no reconocida?
jueves, 8 de noviembre de 2012
Extrañamiento
¡Qué extraños nos somos unos a otros! No nos damos cuenta de que el progreso nos ha traido este mutuo y cotidiano extrañamiento: cada uno tiene sus propios fines particulares, sus propias creencias, sus propias opiniones. Parecemos recortados de un fondo común y recolocados en fondos diferentes, en distintos cuadros. Nos hemos liberado de ataduras, pero ¿qué nos liga realmente ahora unos a otros? Todos los lazos que nos unen parecen efímeros.
miércoles, 3 de octubre de 2012
Fiesta otoñal
El haiku arranca formal y creativamente del haikai, a saber: tres versos que
encabezaban una serie improvisada de breves poemas (haikai no renga) en Japón allá por el
siglo X. El haikai solía tener un carácter informal y un tono incluso cómico;
así como cierto carácter reivindicativo de la creatividad frente a la rígida y
canónica poesía cortesana de la época. Jugaba por ello con frecuencia con
asociaciones de ideas que en el Japón de entonces estaban incluso artísticamente "prohibidas"...
Bashoo, en el siglo XVII se "especializa" en la
composición de haikais, incorporando al haikai algo muy propio suyo: un matiz
contemplativo acorde con el espíritu zen. A partir de este autor, inevitablemente, el
haikai evoluciona -con un carácter más "serio", es decir, más austero
espiritualmente- al haiku propiamente dicho.
El haiku que acomopaña a esta foto, que lo ha inspirado, no es un haiku puro, pues
contiene una metáfora (el "traje de verano" de las flores, por su colorido
estampado) en un contexto de asociaciones informales no exentas de
carácter cómico-festivo (en contraste con la austeridad del otoño). Está, por
tanto, más cerca del "haikai" primitivo que del "haiku" al que estamos
acostumbrados hoy.
miércoles, 26 de septiembre de 2012
Cuestión de estilo (cuestión de fondo)
El haiku admite mal el verbo conjugado. Al fin y al cabo, conjugar el verbo es hacer que la situación ocupe un lugar en el tiempo, es establecer una relación entre la acción y el pasado o el futuro. Conjugar el verbo es situar la acción a la que hace referencia sobre una ficticia línea del tiempo.
Pero al haiku no le interesa la línea del tiempo, no le interesa la continuidad que está en la base del sentido del tiempo. El haiku quiere acentuar lo único del momento, sin referencia a ningún pasado (por tanto, tampoco a ninguna causa), ni a ningún futuro (tampoco a ningún efecto).
El haiku intenta -en la medida, por supuesto, en que esto es posible para nosotros los humanos- ser puro presente; presente que se expande en nuestra mente, sí, mientras lo degustamos, mientras lo leemos y releemos, pero ¡sin dejar de ser presente!
Por eso es tan importante evitar en lo posible conjugar el verbo, incluso conviene en la medida de lo posible omitirlo del todo.
El haiku ganará automáticamente desde un punto de vista meramente estilístico; pero no solo eso. En inglés al verbo no conjugado se le llama "verbo infinito". Si usamos verbos en el haiku debemos ver la posibilidad de utilizar solo verbos "infinitos", sin tiempo, sin persona... solo la pura acción, el hecho puro.
Es fácil que por lo sencillo de esta cuestión, no caigamos en ella cuando leemos, cuando escribimos haikus.
Pero al haiku no le interesa la línea del tiempo, no le interesa la continuidad que está en la base del sentido del tiempo. El haiku quiere acentuar lo único del momento, sin referencia a ningún pasado (por tanto, tampoco a ninguna causa), ni a ningún futuro (tampoco a ningún efecto).
El haiku intenta -en la medida, por supuesto, en que esto es posible para nosotros los humanos- ser puro presente; presente que se expande en nuestra mente, sí, mientras lo degustamos, mientras lo leemos y releemos, pero ¡sin dejar de ser presente!
en la penumbra
las flores de la cortina
flotando solas
Por eso es tan importante evitar en lo posible conjugar el verbo, incluso conviene en la medida de lo posible omitirlo del todo.
nadie en la calle
pálida luz de otoño
por la ciudad
El haiku ganará automáticamente desde un punto de vista meramente estilístico; pero no solo eso. En inglés al verbo no conjugado se le llama "verbo infinito". Si usamos verbos en el haiku debemos ver la posibilidad de utilizar solo verbos "infinitos", sin tiempo, sin persona... solo la pura acción, el hecho puro.
Es fácil que por lo sencillo de esta cuestión, no caigamos en ella cuando leemos, cuando escribimos haikus.
miércoles, 19 de septiembre de 2012
La falda
Hoy llevo a mamá a revisión médica. Cuando llego a geriatría ya está ella allí en su silla de ruedas, con su cuidadora. Lleva una blusa color hueso y una falda que hoy me parece bellísima, con tallos y hojas verdes sobre un fondo liso. Se acaba el verano, fuera el cielo se va cubriendo de nubes, y ahí está ella, con una falda luminosa y fresca como los juncos al borde de una laguna. Toda la mañana he estado buscando un haiku que no llegaba y ahora, sin buscarlo, lo tengo delante; ¡lo lleva puesto mi madre! Pero un alzheimer lento, ya de ocho años, no le permite darse cuenta. Me acerco a su oido para que me oiga con claridad y le digo: "¡Qué elegante vas esta mañana, mamá!", "¿Tú crees?" y su sonrisa es de una felicidad ausente. Al menos, mis palabras todavía le valen.
martes, 18 de septiembre de 2012
Tazas vacías
fin del verano
en la terraza del bar
tazas vacías
viernes, 14 de septiembre de 2012
La soledad de Bashoo
Hablar y establecer una distinción entre un yo y un mundo externo a él es una y la misma cosa. Por eso es inútil predicar la desaparición del yo en el haiku, salvo que lo que se pretenda con ello es la desaparición de la palabra "yo", o de expresiones que contengan o remitan directamente a dicha palabra. Pero ¿no es esto una tarea que parece tener poco sentido? Eliminar ciertas palabras de un texto ¿tiene algún mérito más allá de ser capaz de escribir sin ellas, como el autor del Gran Gatsby que escribió toda la novela con la letra "e" de su máquina de escribir bloqueada para que cualquier palabra que eligiera careciera de esa letra?
Lo que el haiku propugna no es la desaparición del yo, por imposible, ni tampoco la eliminación incondicional de esa palabra (o de expresiones que la suplan), por intrascendente. El haiku lo que hace es seleccionar, cribar, los temas de los que se ocupa. Y en este sentido, solo admite los temas que señalan al mundo exterior, evitando los que señalan al mundo interior. De las dos caras de la realidad decide trabajar solo con una. Es un asunto de disciplina poética, de parquedad de medios.
Por eso Bashoo puede decir...
...sin faltar al espíritu del haiku. Porque no habla de su sentimiento de soledad, sino de la situación de alguien (en este caso él mismo) que está haciendo algo sin presencia de nadie. Y ciertamente la expresión "mastico... estando solo" no excluye cierto eco de un mundo "interior", pero este eco surge en el haiku totalmente desprovisto de valoración sentimental alguna, y si alguien se la diera estaría malinterpretando el haiku. La soledad de Bashoo tiene más que ver con el milagro de la nieve fresca de la mañana, que se revela más auténtico vivido en soledad mientras se lleva a cabo con atención un acto rutinario, que en compañía de otras personas.
Lo que el haiku propugna no es la desaparición del yo, por imposible, ni tampoco la eliminación incondicional de esa palabra (o de expresiones que la suplan), por intrascendente. El haiku lo que hace es seleccionar, cribar, los temas de los que se ocupa. Y en este sentido, solo admite los temas que señalan al mundo exterior, evitando los que señalan al mundo interior. De las dos caras de la realidad decide trabajar solo con una. Es un asunto de disciplina poética, de parquedad de medios.
Por eso Bashoo puede decir...
nieve matutina
mastico salmón seco
estando solo
...sin faltar al espíritu del haiku. Porque no habla de su sentimiento de soledad, sino de la situación de alguien (en este caso él mismo) que está haciendo algo sin presencia de nadie. Y ciertamente la expresión "mastico... estando solo" no excluye cierto eco de un mundo "interior", pero este eco surge en el haiku totalmente desprovisto de valoración sentimental alguna, y si alguien se la diera estaría malinterpretando el haiku. La soledad de Bashoo tiene más que ver con el milagro de la nieve fresca de la mañana, que se revela más auténtico vivido en soledad mientras se lleva a cabo con atención un acto rutinario, que en compañía de otras personas.
jueves, 13 de septiembre de 2012
COMPASIÓN
En el budismo el tema de la causalidad es más complejo de lo que los occidentales solemos entender por causalidad. Nosotros detrás de un efecto solemos buscar una causa. Aislamos e individualizamos tanto el efecto como la causa que lo provoca. Para el budismo, sin embargo, no hay efectos individualizados, y menos aún causas únicas. Todo es efecto de innumerables causas.
Es lógico que nos cueste aceptar este planteamiento, porque llevado al infinito, a su límite, anula el concepto de causa: todo es causa de todo, por tanto deja de tener interés conocer las causas de nada.
Sin embargo, espiritualmente es realmente importante ser capaz de sintonizar nuestro ser con este cambio de registro, ser conscientes de lo que implica. Principalmente porque gracias a él lo que percibimos como malo deja de tener una causa concreta identificable para pasar a ser algo que depende de gran cantidad de factores pertenecientes a realidades muy diferentes. Algunos de estos factores podremos identificarlos, pero otros no. En consecuencia, al budista le resulta mucho más fácil que a nosotros dejar de personalizar el mal y, por tanto, de demonizar todo aquello que identificamos como la causa de los males que sufrimos, enturbiando nuestra mente y volviéndonos agresivos en vez de compasivos, la virtud por excelencia del budismo.
Es lógico que nos cueste aceptar este planteamiento, porque llevado al infinito, a su límite, anula el concepto de causa: todo es causa de todo, por tanto deja de tener interés conocer las causas de nada.
Sin embargo, espiritualmente es realmente importante ser capaz de sintonizar nuestro ser con este cambio de registro, ser conscientes de lo que implica. Principalmente porque gracias a él lo que percibimos como malo deja de tener una causa concreta identificable para pasar a ser algo que depende de gran cantidad de factores pertenecientes a realidades muy diferentes. Algunos de estos factores podremos identificarlos, pero otros no. En consecuencia, al budista le resulta mucho más fácil que a nosotros dejar de personalizar el mal y, por tanto, de demonizar todo aquello que identificamos como la causa de los males que sufrimos, enturbiando nuestra mente y volviéndonos agresivos en vez de compasivos, la virtud por excelencia del budismo.
viernes, 24 de agosto de 2012
miércoles, 22 de agosto de 2012
Las religiones tienen una facilidad tremenda para crear autoridades. Sin embargo, que se admita la existencia de un dios creador no implica que ese dios tenga que ser ninguna autoridad. El mismo lenguaje parece establecer esa peligrosa relación al formar la palabra "autoridad" con la raíz "autor" (creador). Si la religión quiere tener cabida en una sociedad moderna tiene que aprender a reivindicar el papel creador de dios sin invocar autoridad alguna.
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