sábado, 7 de marzo de 2009

Exceso de trabajo

(mientras paso la aspiradora, en casa:)
¿Alguien podría encontrarme en el Antiguo Testamento el caso de un sólo endemoniado? Sin embargo, el Nuevo está plagado de ellos. Parece que salieran de todas partes ¿Dónde estaban antes? Está claro que para los judíos no eran un problema o, en el mejor de los casos, eran un problema resuelto. Igual que pueden serlo para nosotros los desequilibrados en los psiquiátricos y los delincuentes en las cárceles: apartados y (realmente, hemos progresado) al cuidado de especialistas. En los relatos de Jesús, en cualquier caso, ¡es como si alguien los hubiera soltado a todos!
Y es que cuando alguien empieza a ocuparse de lo que ha permanecido ignorado o "resuelto" durante años, décadas o siglos, el trabajo se le acumula. Parece que hay más suciedad de la que se creía.

jueves, 5 de marzo de 2009

El evangelio de Marcos

Hago caso a Enric González (EP Domingo 1/3/09) y leo el relato de Marcos, el evangelista. Y tiene razón Enric, se trata de un relato original y es bueno leerlo como relato. El estilo ayuda a ello. Hago un resumen a continuación de mis impresiones tras la lectura de los 3 primeros capítulos:
Jesús aparece como un personaje complejo y lleno de contradicciones que está buscando su sitio.
A modo de introducción, se abre el relato acudiendo Jesús al desierto para que lo bautice Juan Bautista como a tantos otros entre la muchedumbre (ni humildad ni orgullo, una costumbre, un rito que quiere respetar). A continuación se retira al desierto a llevar una vida contemplativa.
Pero ocurre algo: arrestan a Juan Bautista y Jesús cambia sus objetivos. Decide sustituir a Juan con una peculiaridad: meterse en las ciudades (cosa que Juan no hacía) y enseñar en las sinagogas, como cualquier otro judío formado. Pero la gente lo busca en descampados y se ve obligado a improvisar fuera de la ciudad.
Sus curaciones también comienzan de modo accidental: tropieza con algún enfermo y efectúa la curación en secreto, sin querer llamar la atención ni saltarse ninguna norma (envía al que ha sanado a presentar la ofrenda prescrita, "para que vean que cumple las normas").
Pero poco a poco empieza a sentirse incómodo e incluso descontento, de mal humor y adopta un talante retador. Parece no acabar de encontrar su sitio, su papel, y lo va cambiando sobre la marcha.
Proceso que culmina cuando tras perdonar a un inválido en la sinagoga (en principio ni lo cura ni tiene esa intención; simplemente lo perdona), aprovechando que es sábado y observando los murmullos de la gente, decide lanzar un órdago: hace al inválido ponerse en pie en medio de todos y le cura el brazo a una orden suya de extenderlo. Podía perfectamente haber esperado al día siguiente para curarlo, a las afueras de la ciudad incluso y sin llamar la atención, como en el caso anterior; no siendo, además, asunto de vida o muerte ni mucho menos (un brazo paralítico desde hacía tiempo). Pero decide escandalizar a todos, busca el enfrentamiento, se encara y, hecha la boutade, se marcha y deja a todos plantados.
Es lógico que en ese contexto su familia se presente para llevárselo a casa diciendo: "está fuera de sus casillas". Mientras tanto, aparte de rodearse de jóvenes, frecuentar ciertas casas de gente de mal prestigio, etc., se ha ocupado de elegir a doce seguidores entre los que hace destacar a tres: a uno le cambia el nombre y lo apoda Piedra (porque debía ser más duro y más cabezón que un risco) y a los otros dos los apoda "hijos del Trueno". ¡Todo un talante! ¿qué tendría en la cabeza?
Un personaje muy complejo este de Marcos, muy distinto del Jesús bueno (por no decir bonachón) al que todo el mundo ataca sin motivo, víctima de un complot judío poco menos que gratuito.