martes, 13 de noviembre de 2007

EL ALMA DE LA ARQUITECTURA

Los arquitectos hemos tergiversado nuestra función. Hemos aprovechado una visión romántica del oficio de arquitecto (el arquitecto como artista individual) para hacer creer a la sociedad que el alma de cualquier arquitectura es el arquitecto. Esto ni es así ni lo ha sido nunca: El alma de la arquitectura es el promotor. Pero hemos tergiversado simultáneamente el papel del promotor, relegándolo al de alguien que simplemente busca un beneficio económico.
Promotor viene de promover, lo que significa "iniciar o impulsar una cosa o un proceso, procurando su logro" (DRAE). Etimológicamente procede de "promovere", y por tanto de "mover", teniendo que ver, pues, con "motor". El promotor es el motor de la obra. Siempre lo ha sido y lo será. El arquitecto es el que hace el plan de la obra (incluido el diseño, supervisado por el promotor).
Nuestra arquitectura es mala porque se basa en una "individualización" del proceso de su creación, de su "construcción": por un lado el arquitecto se ha proclamado "alma" y "jefe" de la obra y, por otro, la verdadera alma de la obra, el promotor, se ha limitado a buscar intereses (pecuniarios) particulares; todo ello con el beneplácito de la sociedad.
La regeneración de la arquitectura pasa por la regeneración del promotor. Él siempre ha encontrado al arquitecto adecuado; cuando no lo ha creado directamente.

1 comentario:

Unknown dijo...

Además de ser un ejercicio de humildad poco frecuente, nos da una pista importante de porqué, en efecto, predomina una mala arquitectura. Nunca se me había ocurrido verlo de ese modo. Siempre se aprende