miércoles, 12 de mayo de 2010

No podemos pensar

Cuando nos movemos demasiado, cuando vamos con demasiada frecuencia de aquí para allá, cuando cada día estamos en un montón de sitios diferentes a lo largo del mismo día, y esto un día y otro, el pensamiento se deteriora.
Porque el pensamiento, como la arquitectura, necesita un suelo sobre el que asentarse. El pensamiento (el pensamiento humano, al menos) no puede ser "flotante", no puede desarrollarse bien en unas circunstancias de continuo desplazamiento de quien lo piensa.
Claro que se puede pensar mientras uno se mueve, pero no se puede pensar bien cuando uno está continuamente cambiando de sitio, cuando uno se siente continuamente "desplazado".
Tiene que existir siempre un lugar que es la referencia en la que se apoya nuestro espíritu cuando pensamos. Y tenemos que tener tiempo para habitar ese lugar. Porque ese lugar no es un mero pensamiento de un lugar, sino una realidad que tenemos que experimentar cotidianamente. Es nuestro lugar, es, en pocas palabras, nuestra casa, nuestro terreno en sentido literal. Es ese suelo del que, según Kant, al poseerlo podemos expulsar cualquier cosa móvil que se desplace sobre él. Es la sustancia de todo aquello que podemos llamar materialmente nuestro, pero que incluye también nuestros pensamientos más fugaces, porque es su apoyo, porque es el apoyo de todo lo que es nuestro.

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