martes, 20 de octubre de 2009

Un bar de carretera

Ayer por la tarde salí de la ciudad con el coche. Fue un día dedicado a jueces y abogados y todo parecía comprimir mis pensamientos, que se embotaban en mi cabeza. Me dirigí hacia el sur por la carretera de Jaén. La noche ya estaba cayendo y el cielo en el horizonte tenía un color oscuro sobre el que se marcaban tiras de nubes negras. Un paisaje que cualquiera diría siniestro pero que para mi mente abotargada resultaba bello y acogedor.
Paré en un bar de carretera a veinte kilómetros, pedí un té acompañado de frutos secos y me senté comodamente en una mesa apartada para leer.
Al ir a pagar me encontré con que un vecino del pueblo cercano, en el que pasamos parte del verano, que trabaja en la gasolinera me había invitado. Pasé a saludarlo y estuvimos charlando hasta casi las nueve y media.
Fué, con diferencia, lo mejor del día.

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