Durante más del 99% del tiempo de la historia de la humanidad, el artista ha estado al servicio de otros o, en el mejor de los casos, ha ejercitado su arte en el tiempo que le dejaban otras ocupaciones más importantes para él y para los suyos que el propio arte que cultivaba. Lo que, en cualquier caso, no quitaba valor a su obra, pues el valor de esta, como decíamos en I, venía dado por circunstancias y valores ajenos a él mismo como individuo.
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