martes, 8 de septiembre de 2009

Miedo

Varios días ya con sensación de miedo en la boca del estómago. La misma que de pequeño me embargaba cuando tenía que tirarme al agua. Con el tiempo aprendí a nadar y a confiar en ciertas distancias y profundidades más allá de las cuales el miedo vuelve a aparecer.
¿Hay miedos congénitos? A esa pregunta no responde A. Marina en su catálogo de miedos que intenté leer hace un par de años, atraido por el título, pero que tuve que dejar a medio por encontrarlo falto de "alma" (unas primeras páginas inspiradas y después una mezcla de miedos diseccionada sin rumbo - miedos sociales mezclados con miedos personales, el terrorismo,... Al menos esa fue mi percepción relatada desde este momento).
Sí, debe haber miedos congénitos que a modo de parásitos se instalan en nuestro cuerpo en algún momento oscuro de nuestra vida. Normalmente dormidos, despiertan activados por acontecimientos insignificantes que, sin embargo, sintonizan con ellos.
Siempre he luchado con ellos. Nunca resultan aniquilados definitivamente. Casi medio siglo de convivencia en las más diversas circunstancias. Algo así quizás sea lo que te mantiene siempre joven (ironía).

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